Publicado el : 08/01/2018
Categorías : Fechas especiales
Llega el momento de decir adiós a una época colmada de luces festivas, villancicos, regalos, encuentros familiares y de comida; llega el momento de despedirse de los polvorones, del turrón y del Roscón de Reyes, tan característico de estas fechas.
Algunos ya estaréis empachados de tanto dulce; otros, no hacéis ascos a un bocadito más de este postre tan lleno de magia… ¡y de relleno! Todos vosotros sabéis degustar un buen Roscón de Reyes pero, ¿conocéis su origen? No, no… no me refiero a quién ha comprado el que tienes ahora mismo en el plato; hablo de la historia de su tradición ¿No? ¡Pues nosotros os la contamos, que tiene su miga!
Previo a este bollo redondo, adornado con fruta escarchada, que todos conocemos como Roscón de Reyes ya existían unas tortas con la misma forma hechas de higos, dátiles y miel. Durante las saturnales romanas— unas fiestas que esta civilización celebraba en honor a Saturno— se repartía este dulce por igual entre plebeyos y esclavos.
Sin embargo, es ya en el siglo III cuando aparece el Roscón de Reyes más parecido al que saboreamos actualmente en Navidad. En esa época la Iglesia institucionaliza la festividad de los Reyes Magos, momento a partir del cual se empezó a introducir un haba seca— como símbolo de fertilidad— a esas tortas dulces que mencionábamos.
La costumbre de comer este postre fue desapareciendo excepto en Francia. País en el que, de hecho, la tradición quedó bastante arraigada entre la aristocracia y la realeza. Las familias se reunían para comerlo, deseando cada miembro ser el afortunado “Roi de la fave” o Rey del Haba.
Dando un salto en el tiempo, aterrizamos en el siglo XVIII. Un cocinero con ganas de satisfacer al joven rey Luis XV, introdujo en su roscón una moneda de oro. Idea ingeniosa, cuánto menos, que degradó el valor del haba en el interior del bollo ante la recientemente ansiada moneda.
En España, la tradición de comer el Roscón ya se conocía. Fue Felipe V quien trajo la nueva moda de introducir en su interior una moneda a modo de premio— sustituida con los años por una figura de cerámica— manteniendo, asimismo, el significado negativo del haba.
Según algunas fuentes, la costumbre de introducir la legumbre desapareció durante un tiempo, reapareciendo a mediados del siglo XIX por el día de Reyes. Alrededor de este dulce bollo se creó una parafernalia en la que el afortunado al que le tocara la figura de cerámica era coronado como “rey de la fiesta”; al pobre al que le saliera el haba debería pagar el Roscón de Reyes y recibiría la etiqueta de “tonto del haba”— dando origen esto, a su vez, al famoso insulto “tontolaba”—.
Saciados ya de curiosidad solo nos queda despedir a ese postre que ha coronado nuestras Navidades: el Roscón de Reyes. No se merece menos, teniendo en cuenta todas las escenas cargadas de ilusión que a su alrededor se han vivido y todas las que quedan por vivir.
¿A cuántos de vosotros os ha tocado pagar el Roscón este año? Esperamos que el año que viene recibáis la célebre figurita de cerámica en vuestro pedazo y, sobre todo, que no se os haga muy larga la espera hasta poder volver a catar este dulce con tanta historia.