Publicado el : 17/09/2018
Categorías : Empanadas
Sales de trabajar y, pese a que sabes que en casa te espera un nutritivo y sano plato de verduras, solo puedes pensar en una buena hamburguesa grasienta o en el bollo industrial que vas a meterte entre pecho y espalda de postre; te levantas de la siesta y aunque tu instinto te dice que esa manzana te está esperando, realmente solo tienes hambre de patatas fritas: es hora de cenar y te planteas pedir comida, y una de las propuestas más aclamada no será otra que llamar al restaurante chino… ¿te suenan todas estas situaciones? A ti y a mucha gente, no eres la única persona que tiene antojos frecuentes de esa comida tan sabrosa, con un toque que no es amargo ni dulce, que tampoco es salado, que es umami…
No, no es una palabra que nos acabamos de inventar, aunque sabemos que el nombre se las trae. El umami es el quinto sabor, después de los archiconocidos dulce, salado, ácido y amargo, y está presente de forma natural en alimentos como la carne, los champiñones o las espinacas. Tal sabor también es el resultado de un proceso químico al que se ha llamado glutamato monosódico (sí, hay un nombre peor que “umami”).
El glutamato monosódico es un aditivo que mejora el sabor de ciertos platos procesados, aportando un toque más fresco, más intenso y menos metálico en el caso de los alimentos enlatados. Algunos estudios lo relacionan con síntomas como dolores de cabeza, náuseas, depresión e irregularidades cardíacos; otros no afirman que el glutamato monosódico sea la causa de ellos; algunos más le achacan causas de autismo, asma o demencia. Sin embargo, en lo que todos están de acuerdo es en que no es sano consumirlo y, de hecho, la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria estableció que la ingesta diaria admisible de cualquier tipo de glutamato habría de ser de 30mg por kilo de peso corporal.
Más allá de los efectos anteriormente nombrados, se sabe del potencial adictivo de este aditivo. Es por esto que cuanta más comida procesada tomamos, más queremos y, por el contrario, cuanto más tiempo llevamos sin consumirla, menos se nos antoja. Además, esta sustancia inhibe la sensación de saciedad, lo que contribuye al cada vez mayor problema de obesidad que sufre nuestra sociedad.
El glutamato monosódico, sin duda, lidera las huestes de la comida procesada, no solo de la comida basura y claramente nociva. En cierta medida, es imposible dejar de consumirlo, pues está en algunos alimentos de forma natural y en muchísimos de forma artificial. Sin embargo, sí que podemos reducir ingesta comprando productos de mejor calidad —no olvidemos que su sabor puede enmascarar la baja calidad de los productos— y procurando que nuestros caprichos sean más artesanales que industriales (tal vez una de nuestras empanadas, ¿no?).
¿Y vosotros? ¿Conocíais el sabor umami? ¿Lleváis una alimentación sana alejada del glutamato monosódico?