Publicado el : 21/12/2018
Categorías : Fechas especiales
Las Navidades han llegado otro año más y, como cada año, estamos deseando dar y recibir regalos, disfrutar de la decoración festiva —y sentirnos un poco mejor porque la nuestra ha quedado más bonita que la de la vecina, no nos engañemos— pasar tiempo con nuestros seres queridos y, por supuesto, comer hasta reventar.
Con cada comida y cena, vemos platos muy variados y en cantidades solo concebibles por estas fechas. ¿Cómo vamos a resistirnos a probarlo todo y hasta a repetir, si nos apuran? ¿Cómo vamos a decir que no al mítico asado de la abuela o esos exquisitos langostinos? ¿Cómo evitar la tentación de zamparse otra porción de una de nuestras irresistibles empanadas? Y claro, ¡siempre hay sitio para el postre! (Que puede ser un Roscón de Reyes, perfectamente)
Tras una comida de semejantes proporciones, llegan los sudores, el malestar, la somnolencia, los ardores, el dolor, las náuseas… ¿os suenan estos síntomas? Forman parte del llamado “empacho” y no son inherentes a estas fechas, es decir, podemos disfrutar de las navidades sin sufrir un colapso por tanta comida.
En primer lugar, se debe comer con medida. Que haya muchos platos de muchos tipos no significa que haya que acabar con todo ello como si fuera la última comida de tu vida —que tal y como nos sientan los empachos, nadie lo diría— y tampoco significa que no podamos elegir algo más ligero. La ensalada y el pescado no están prohibidos en estás cenas y son más fáciles de digerir que ese pastel de carne cuyas sobras pueden usarse para enyesar; por otro lado, tampoco tienes por qué acabar con todos los turrones y polvorones de la mesa, que, si sobran algunos, ya se comerán en otro momento.
Ten en cuenta, también, que cuando estamos en compañía, no nos percatamos tanto de lo que estamos engullendo. La sensación de saciedad llegará más tarde, pero para cuando llegue será demasiado tarde porque ya habrás superado tu límite. Así pues, sé consciente de lo que comes y disfrútalo. De este modo, tu cuerpo sabrá avisarte de cuándo debes parar.
Por otro lado, el alcohol engorda que da gusto y, además, hincha. Procura no tomarlo con bebidas gaseosas. En caso de tomar vino, recuerda que el tinto es más ligero que el blanco.
Si de todas formas estás dispuesto a poner a prueba tu capacidad estomacal, recomendamos comer un poco de piña, uvas o papaya antes de ello. Estas frutas son tremendamente digestivas.
Bueno, ya has terminado de comer, desoyendo lo que acabamos de decirte. Vale. Aún no es demasiado tarde. Procura no alargar demasiado la sobremesa y propón dar un paseo con la familia para que la gravedad ayude a bajar la comida. Si lo ves necesario, la sal de frutas o las infusiones de manzanilla y tila pueden ayudarte a hacer la digestión. Lo que sí que desaconsejamos totalmente es dormir hasta pasadas tres horas de la comida. Es muy tentador, con ese sueño terrible que nos entra después de una comilona, echarse una buena siesta, pero no es sano hacerlo durante un empacho.
Los días después de los empachos, y también los de antes, es importante que hagas algo de ejercicio como correr, andar o nadar. No solo para ayudar a bajar los kilos de más, sino también para movilizar el aparato digestivo y ayudarle a que recupere la normalidad.
Sabemos que no vas a querer limitarte ni un poco, pero sí que puedes hacer algo por evitarte ese malestar del empacho. Comer dulces está muy bien durante las fiestas, pero procura reservarlos solo para los días de comidas y cenas especiales; el resto del tiempo, mantén una dieta sana y ligera, acompañada de ejercicio moderado, que te ayudará a no engordar en exceso y a no machacar tu aparato digestivo. ¡Tu estómago te lo agradecerá!
Esperamos que estos consejos os sean de utilidad y que os acordéis de nosotros por tener en la mesa una deliciosa empanada o un exquisito roscón, y no porque éstos participen en vuestro desenfreno alimentario.
¡Felices fiestas y que aproveche!